viernes, 30 de enero de 2009

El Discurso que todos quieren decir...


Por Félix Arredondo


Nadie imaginó un discurso así. Nadie ante un auditorio pasmado frente a la crítica. Nadie previó el juicio agudo, certero, plagado de nombres y apellidos.
Y es que ninguno de los legisladores que organizaron o asistieron al foro México ante la crisis: ¿Qué hacer para crecer? anticipó el discurso de apoteosis de Denise Dresser, una de las analistas políticas mexicanas más lúcidas y celebradas.
Hace algunos meses, durante el Foro para la Reforma Petrolera, Dresser fue vetada. Muchos temían al filo de su pluma y a la agudeza punzocortante de su palabra. Pero este jueves 29 de enero fue distinto.
Sus palabras podrían sintetizarse en este lanteamiento: “México no crece por la forma en la cual se usa y se ejerce y se comparte el poder, ni más ni menos. Por las reglas discrecionales y politizadas que rigen a la república mafiosa, a la economía ‘de cuates’. Por la supervivencia de las estructuras corporativas que el gobierno creó y sigue financiando”.
La audiencia legislativa explotó en aplausos cuando Denise dijo: “¿Y la concentración de la riqueza y el poder económico en esos jugadores dominantes en qué se traduce?... En ventajas injustas, en capturas regulatorias, en políticas públicas que favorecen intereses particulares.
“Pero peor aún, convierte a los representantes del interés público, a muchos de los diputados y de los senadores sentados aquí, en empleados de los intereses atrincherados”.
Apenas habían transcurrido ocho minutos de su intervención cuando concluyó lo que los aplausos
habían interrumpido: que la concentración de la riqueza y el poder económico convierte “al gobierno en empleado de las personas más poderosas del país”. Aquello parecía haber llegado al clímax de un impecable performance intelectual que, desde el principio, y poco a poco, había ido despertando la emoción de los presentes.
Era la voz de una mujer valiente, la única invitada a esa jornada del foro, la que parecía interpretar fielmente, uno a uno, los nuevos “sentimientos de la nación” del siglo 21.
Sólo Manlio Fabio Beltrones se resistía a aplaudir. Tal vez pensó que hacerlo era convertirse en un cínico. O tal vez no estaba de acuerdo con Dresser. Es difícil saberlo, porque su rostro no expresaba emoción alguna. En todo caso, parecía tan impasible como la esfinge. El discurso de Denise Dresser no era uno más, como los de los cuatro oradores que la precedieron. Ciertamente, algunos de ellos expresaron conceptos valiosos. Pero también es cierto que ninguno fue capaz de arrancar aplausos como lo hizo la analista con su elocuencia. Y es que las palabras de Denise, dichas así, y dichas ahí, seguramente podrían haber sido suscritas por millones y millones de mexicanos y mexicanas. Lo que ocurría era insólito, inédito, increíble. Hasta parecía imposible. Los aplausos volvieron a interrumpir a la oradora cuando preguntó: ¿Quién gobierna México? ¿La Secretaría de Educación o Elba Esther Gordillo? ¿La Secretaría de Comunicaciones o Carlos Slim? ¿Pemex o Carlos Romero de Deschamps? ¿Ustedes (los senadores y diputados) o una serie de intereses que no logran contener? ¿Aquello era real? ¿Cómo era posible que la investigadora
del ITAM estuviera ahí, frente a la clase política, cuestionando directamente sus conciencias? La doctora Dresser remató su manifiesto sentenciando: “México no crece por la forma en la cual se usa y se ejerce y se comparte el poder. Ni más ni menos. “Por las reglas discrecionales y politizadas que rigen a la república mafiosa, a la economía ‘de cuates’.
“Por la supervivencia de las estructuras corporativas que el gobierno creó y sigue financiando. “Por un modelo económico que canaliza las rentas del petróleo a demasiadas clientelas. “Por un sistema político que funciona muy bien para sus partidos pero muy mal para sus ciudadanos. Un sistema de ‘extracción sin representación’. “Creando así un país poblado por personas obligadas
a diluir la esperanza; a encoger las expectativas; a cruzar la frontera al paso de 400 mil personas al año en busca de la movilidad social que no encuentran aquí; a vivir con la palma extendida esperando la próxima dádiva del próximo político; a marchar en las calles porque piensan que nadie en el gobierno los escucha; a desconfiar de las instituciones; a presenciar la muerte común de los sueños porque México no avanza a la velocidad que podría y debería”. Todos los presentes, absolutamente todos, se levantaron a aplaudir emocionados… excepto dos: el priista Manlio Fabio Beltrones y el perredista Carlos Navarrete. Tal vez ellos no compartían el contenido de aquel discurso que casi todos los mexicanos habrían querido pronunciar. Denise Dresser se atrevió a hacerlo.
(Link enviado por Manuel Garcia Estrada)

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