Diagramas del Muro de Palestina: de la edición del 17/06/02 de la revista Time, por Ed Gabel, Joe Lertola y Laura BradfordMUROS DE AYER, FRONTERAS DE HOY
Laura Fdez-Montesinos S.
Indigna escuchar y leer opiniones sobre los sucesos en Palestina por gente carente de memoria, cultura e información, pero sobre todo de moral.
Nunca hay justificación para la guerra, mucho menos hoy día. Y peor aún cuando se trata de un ataque indiscriminado y salvaje a una población a la que encierran tras unas fronteras infranqueables impidiendo su salida, cortan los suministros de productos básicos alimenticios, sanitarios, energéticos, niegan la ayuda humanitaria, y no conformes con ello, bombardean por mar, tierra y aire, y usan armas prohibidas como las bombas de racimo utilizadas también en la invasión al Líbano de hace unos años.
El que Hamas sea un grupo terrorista que defiende su tierra a bombazos en lugar de reivindicar sus derechos con la diplomacia, que por cierto nunca es escuchada en el mundo occidental ni por los organismos judiciales y diplomáticos internacionales, no da derecho a Israel, país invasor, a exterminar a la población autóctona. Los países que padecen la locura del terrorismo como la ETA en España, no bombardean el País Vasco, ni cercan a la población o construyen muros “defensivos”. Los motivos de Israel no son terroristas, son racistas.
La guerra nunca es necesaria a pesar de las lesas opiniones de algunos ignorantes que se atreven a acusar de antisemitas a los críticos de la política genocida de Israel. No se es más o menos semita o antisemita porque se critique la política de un país. Tampoco el estar de un lado u otro, puesto que son semitas todos los pueblos cananeos: desde los filisteos (hoy Palestinos), hasta los hebreos, pasando por fenicios, árabes, asirios, etc. La exclusividad no les corresponde a unos sobre otros, mucho menos cuando el estado de Israel está compuesto en una gran parte por no hebreos, muchos de ellos arios europeos. Por lo tanto es absurdo y de ignorantes acusar de antisemita a un crítico de la política que aplica el Estado Israelí, como viene sucediendo con frecuencia.
La guerra es ofensiva y destrucción, nunca un método de defensa. No hay excusa ni lugar para ella. En la actualidad solo es producto o negocio. Para “evitarla” hemos creado organizaciones y políticas, pero sólo son válidas para los países creadores, no para los desfavorecidos de segunda o tercera clase: africanos y asiáticos pobres, musulmanes o naciones que no sirven a los intereses de los poderosos.
Israel pretende justificar su genocidio como hizo Estados Unidos con las sucesivas guerras con las que se apodera del petróleo, los minerales o el gas de los países productores. Según ellos para defenderse o “prevenir”. Las macabras palabras que el presidente electo de Estados Unidos Barak Obama pronunció recientemente en Israel: “si yo escuchara caer bombas cerca de donde mis hijas duermen, haría uso de toda la fuerza disponible…” fueron, al parecer, el espaldarazo final, desoyendo el llanto de los niños palestinos destrozados por las bombas. Israel tiene el apoyo, la inteligencia y los recursos, además de 400 ojivas nucleares para evitar cualquier ataque, y también la vía diplomática si contase con alguna razón. El caso es que no la hay, porque Israel es un estado cimentado en territorio robado, por tanto tan ilegítimo como su “guerra”, o la de sus secuaces estadounidenses.
Ya no estamos en la época de los Imperios, aunque lo parezca y usemos los mismos métodos. Tampoco somos las tribus nómadas paleolíticas que atacaban las zonas fértiles cuando abundaba el hambre. Si bien hoy nos comportamos peor que el más “incivilizado” hombre de las cavernas, que solo mataba para comer. Hoy exterminamos a sangre fría a pueblos enteros de nuestra misma especie en razón de raza o religión. Mientras occidente mira la barbarie delante del televisor con una cerveza en la mano, llamando despectivamente “bárbaros moros” o “moros locos” a los palestinos y se les acusa injustamente de terroristas. Las instituciones occidentales son solo un espejo que oculta la verdadera crueldad y ambición por poder y dinero sangriento de los gobiernos del mundo, que además se ocupan con gran eficacia de lavar el cerebro de sus ciudadanos para ocultar la mugrosa, humillante e intolerable realidad.
No ha servido, desgraciadamente, la historia para aprender de nuestros errores, sino para repetirlos. Hoy no es la locura de un hombre, sino de un gobierno apoyado por varios más. Ni siquiera encubren las matanzas. La tranquilidad para los asesinos la garantiza el dueño del mundo, que mira para otro lado.
Hamas es un grupo terrorista cuya responsabilidad es ineludible e injustificable. No importa su religión, raza o nacionalidad, sino sus métodos violentos. Pero también es cierto que fue una creación interesada de Israel, y que las demandas del pueblo Palestino jamás han sido escuchadas. Israel creó a Hamas a base de intolerancia, integrismo y odio a la población palestina, que caía abatida por el Mossad, la organización terrorista sionista israelita cuyos miembros se llaman ahora Gobierno Israelí. Fue pues, una reacción, un producto a la barbarie, que alimenta a su vez, tristemente, el fundamentalismo.
Israel no quiere admitir el verdadero alcance ni la razón de sus ataques a un pueblo, se excusa en un ataque con armas casi obsoletas, cuando fueron ellos y no Hamas quienes rompieron la tregua con los bombardeos del 4 y 17 de noviembre; 20 israelíes muertos en los alrededores de Gaza en diez años contra cientos de miles entre palestinos y libaneses, y unos cuantos milicianos a los que podría acabar de un soplo, pues su inteligencia es la mejor del mundo, al igual que su enorme ejército y sus armas. ¿Por qué los ataques entonces? ¿Por qué encerrar a la población autóctona en un campo de concentración estilo Auswitchz y masacrarla al más puro estilo nazi? La respuesta es larga, pero reveladora.
Los judíos han sido un pueblo perseguido casi desde el principio de los tiempos en que tuvieron que abandonar Israel buscando mejores tierras de cultivo. Fueron acogidos en Egipto, más tarde explotados y esclavizados, por lo que con la guía de Moisés, huyeron, según la Biblia, y se repartieron por todo el mundo. Los visigodos recién catolizados en España los acusaron de haber matado a Jesucristo y los persiguieron sistemáticamente, hasta que lograron expulsarlos junto con los musulmanes a partir de 1492. Persecuciones y matanzas similares tuvieron lugar en gran parte de los países Europeos donde se habían establecido, hasta culminar con el holocausto nazi que asesinó a seis millones de personas, entre judíos, gitanos y etnias diversas por las que no se tiene tanta lástima. Algunos de los que huyeron de España y el resto de Europa, se refugiaron en Palestina. Desde antes de la caída del imperio otomano, sucesivas inmigraciones de judíos expulsados o huyendo de la segregación, y finalmente al término del imperio Otomano, se establecieron en Palestina sin conflicto alguno. Este convulso período del siglo XIX es aprovechado para la creación del sionismo, que no pretendía otra cosa que la creación de un estado judío.
Muchas voces claman que el pueblo judío, que no hebreo, puesto que gran parte de los inmigrantes ya no eran de raza hebrea, estaba en su derecho. Es muy posible. Es más, es innegable. El problema no es la creación de un Estado Judío que podría haberse dispuesto de forma diplomática, solicitando permisos, creando garantías para todos y del cual, cualquier residente, independientemente de su raza o sus creencias, se beneficiara. El problema proviene de la forma en que se ha hecho: violenta.
El sionismo inició con la compra de tierra palestina con una curiosa condición: solo podía ser trabajada y arrendada por judíos. Ningún no judío tenía derechos sobre ella. Pero además, estaba auspiciada por los países que en aquel momento dominaban Oriente Medio, en este caso por Inglaterra, cuya colonia estaba en Palestina y Egipto, mientras que Líbano era colonia Francesa, entre otras potencias. Lo más revelador del caso es que estas potencias, especialmente Gran Bretaña estaban interesadas en el petróleo de los países árabes y el gaseoducto que se construía bajo territorio palestino y cuyo dominio dependía del establecimiento de un estado que garantizara la cordialidad con los británicos: El Estado de Israel.
A partir de este momento y tras el Éxodo de judíos de todas partes del mundo sobrevivientes del holocausto, y que por cierto no quisieron recibir las grandes potencias, ni siquiera otros judíos afincados en América y Gran Bretaña (seguramente porque como exiliados generarían más gasto que beneficio) se metieron casi con calzador en un territorio semi desértico que además, ya estaba habitado.
No hubo petición de asilo, ni permiso, ni gestión alguna. Sí un lamentable y desolador panorama de expulsión de palestinos de una tierra que pasaría a ser propiedad de judíos procedentes de todos los rincones del mundo. La expulsión, sin embargo no sería suficiente. Poco a poco, pueblos, aldeas enteras serían exterminadas por los soldados israelíes que sacaban a la población de sus casas, los asesinaban mientras caminaban, y los repoblaban con judíos… Hamas nacería de esta desolación, de soportar el sufrimiento de verse privado de la propia tierra porque un invasor ha decidido que será suya. El Mossad creció como contraparte a Hamas. Y durante más de sesenta años se estarían pisoteando y esquilmando los unos a los otros. Hamas puede ser muy responsable de ataques terroristas, pero Israel no tiene razón alguna para justificar sus represalias cobardes. Mucho menos el exterminio a un pueblo que solo lucha diariamente por un pan que comer y un lugar donde vivir. Son algunas de las cláusulas de los derechos humanos que se le están negando al pueblo palestino, porque la franja de Gaza ha sido cercada, los palestinos tienen pasaporte apátrida, no pueden entrar ni salir. Hasta hace un año lo hacían a través de controles inhumanos que incluían desnudar y vejar al individuo cuando el soldado no estaba de buen humor o tenía ganas de hacer alguna barbaridad. A veces les negaban el derecho al paso, a pesar de trabajar tras los muros. Los alimentos que reciben los palestinos pasan por controles israelíes, son escasos, de mala calidad, y en numerosas ocasiones están en malas condiciones. Aún así, Israel asume que tiene derecho a “defenderse”. Pero han convertido Gaza en un campo de concentración donde no pueden entrar ni salir, no reciben alimentos ni medicinas, desde hace más de un año sufren cortes de luz y agua que mantienen los hospitales en el caos y los heridos mueren desangrados sin que nada pueda hacerse por ellos. Si Israel tiene derechos ¿porqué los palestinos no? ¿Quién los defiende a ellos? ¿Por qué son ciudadanos de tercera clase en su propia tierra? Hamas cuenta con unas cuantos milicianos y algunas bombas caseras, pero han sido elegidos por una población herida de muerte que ha visto en ellos la única salida al exterminio, el único escudo. Y el odio se sigue alimentando, porque los israelíes no respetan edad ni condición, ni siquiera nacionalidad. Algunos de los cercados en Gaza tienen otras nacionalidades que no son respetadas a la hora de salir o entrar de la franja, y ponen interminables trabas a los familiares en el extranjero que están tratando de sacarlos a costa de lo que sea.
Hoy día las fronteras son aún más duras que los muros de protección de ciudades de diez metros de ancho hasta el final de la Edad Media, cuando cayeron por la apertura mental renacentista. Hoy vuelven: Berlín, México-Estados Unidos, Palestina, cuya frontera no es más que un campo de exterminio.
Muchas veces nos preguntamos el porqué del genocidio judío. Porqué los hombres nos segregamos y ahondamos en diferencias raciales que nos harían más ricos culturalmente en lugar de más pobres moralmente y no hay respuesta. Sin embargo, en época de transición de presidentes de Estados Unidos se han sucedido ataques israelíes. En tiempos de una grave crisis económica, la guerra ha elevado el precio del crudo que había caído en picada. ¿?
No hay palabras para poder expresar el repudio por el holocausto palestino, cuyos civiles casi esperan como reses en el matadero, porque para que Israel se sienta verdaderamente un estado, precisa de población exclusivamente judía. Eso se llama racismo. Y lo más grave es que el mundo solo hace llamados al cese al fuego, como quién llama a un perro con una campanilla. Solo algún que otro líder político o diplomático en el mundo ha tenido la valentía de expresar el repudio a la matanza indiscriminada. El resto es cobardía, y eso los hace cómplices, como en su día lo fue la iglesia católica con el exterminio nazi. Sesenta años más tarde el papa Juan Pablo II pidió perdón por ello. ¿Será porque las finanzas judías son las que mueven al mundo? porque del resto de etnias nadie se acuerda. Y seguramente nunca sucederá con los palestinos, al fin y al cabo para muchos son solo unos “moros locos”.
Duele Palestina y sus muertos. Duelen con especial virulencia los niños masacrados. Duele la impunidad y la impotencia, pero sobre todas las cosas son muy dolorosas las mentiras con que cubren un genocidio racial, impúdico, salvaje, horrible. ¡BASTA DE MASACRE!
Indigna escuchar y leer opiniones sobre los sucesos en Palestina por gente carente de memoria, cultura e información, pero sobre todo de moral.
Nunca hay justificación para la guerra, mucho menos hoy día. Y peor aún cuando se trata de un ataque indiscriminado y salvaje a una población a la que encierran tras unas fronteras infranqueables impidiendo su salida, cortan los suministros de productos básicos alimenticios, sanitarios, energéticos, niegan la ayuda humanitaria, y no conformes con ello, bombardean por mar, tierra y aire, y usan armas prohibidas como las bombas de racimo utilizadas también en la invasión al Líbano de hace unos años.
El que Hamas sea un grupo terrorista que defiende su tierra a bombazos en lugar de reivindicar sus derechos con la diplomacia, que por cierto nunca es escuchada en el mundo occidental ni por los organismos judiciales y diplomáticos internacionales, no da derecho a Israel, país invasor, a exterminar a la población autóctona. Los países que padecen la locura del terrorismo como la ETA en España, no bombardean el País Vasco, ni cercan a la población o construyen muros “defensivos”. Los motivos de Israel no son terroristas, son racistas.
La guerra nunca es necesaria a pesar de las lesas opiniones de algunos ignorantes que se atreven a acusar de antisemitas a los críticos de la política genocida de Israel. No se es más o menos semita o antisemita porque se critique la política de un país. Tampoco el estar de un lado u otro, puesto que son semitas todos los pueblos cananeos: desde los filisteos (hoy Palestinos), hasta los hebreos, pasando por fenicios, árabes, asirios, etc. La exclusividad no les corresponde a unos sobre otros, mucho menos cuando el estado de Israel está compuesto en una gran parte por no hebreos, muchos de ellos arios europeos. Por lo tanto es absurdo y de ignorantes acusar de antisemita a un crítico de la política que aplica el Estado Israelí, como viene sucediendo con frecuencia.
La guerra es ofensiva y destrucción, nunca un método de defensa. No hay excusa ni lugar para ella. En la actualidad solo es producto o negocio. Para “evitarla” hemos creado organizaciones y políticas, pero sólo son válidas para los países creadores, no para los desfavorecidos de segunda o tercera clase: africanos y asiáticos pobres, musulmanes o naciones que no sirven a los intereses de los poderosos.
Israel pretende justificar su genocidio como hizo Estados Unidos con las sucesivas guerras con las que se apodera del petróleo, los minerales o el gas de los países productores. Según ellos para defenderse o “prevenir”. Las macabras palabras que el presidente electo de Estados Unidos Barak Obama pronunció recientemente en Israel: “si yo escuchara caer bombas cerca de donde mis hijas duermen, haría uso de toda la fuerza disponible…” fueron, al parecer, el espaldarazo final, desoyendo el llanto de los niños palestinos destrozados por las bombas. Israel tiene el apoyo, la inteligencia y los recursos, además de 400 ojivas nucleares para evitar cualquier ataque, y también la vía diplomática si contase con alguna razón. El caso es que no la hay, porque Israel es un estado cimentado en territorio robado, por tanto tan ilegítimo como su “guerra”, o la de sus secuaces estadounidenses.
Ya no estamos en la época de los Imperios, aunque lo parezca y usemos los mismos métodos. Tampoco somos las tribus nómadas paleolíticas que atacaban las zonas fértiles cuando abundaba el hambre. Si bien hoy nos comportamos peor que el más “incivilizado” hombre de las cavernas, que solo mataba para comer. Hoy exterminamos a sangre fría a pueblos enteros de nuestra misma especie en razón de raza o religión. Mientras occidente mira la barbarie delante del televisor con una cerveza en la mano, llamando despectivamente “bárbaros moros” o “moros locos” a los palestinos y se les acusa injustamente de terroristas. Las instituciones occidentales son solo un espejo que oculta la verdadera crueldad y ambición por poder y dinero sangriento de los gobiernos del mundo, que además se ocupan con gran eficacia de lavar el cerebro de sus ciudadanos para ocultar la mugrosa, humillante e intolerable realidad.
No ha servido, desgraciadamente, la historia para aprender de nuestros errores, sino para repetirlos. Hoy no es la locura de un hombre, sino de un gobierno apoyado por varios más. Ni siquiera encubren las matanzas. La tranquilidad para los asesinos la garantiza el dueño del mundo, que mira para otro lado.
Hamas es un grupo terrorista cuya responsabilidad es ineludible e injustificable. No importa su religión, raza o nacionalidad, sino sus métodos violentos. Pero también es cierto que fue una creación interesada de Israel, y que las demandas del pueblo Palestino jamás han sido escuchadas. Israel creó a Hamas a base de intolerancia, integrismo y odio a la población palestina, que caía abatida por el Mossad, la organización terrorista sionista israelita cuyos miembros se llaman ahora Gobierno Israelí. Fue pues, una reacción, un producto a la barbarie, que alimenta a su vez, tristemente, el fundamentalismo.
Israel no quiere admitir el verdadero alcance ni la razón de sus ataques a un pueblo, se excusa en un ataque con armas casi obsoletas, cuando fueron ellos y no Hamas quienes rompieron la tregua con los bombardeos del 4 y 17 de noviembre; 20 israelíes muertos en los alrededores de Gaza en diez años contra cientos de miles entre palestinos y libaneses, y unos cuantos milicianos a los que podría acabar de un soplo, pues su inteligencia es la mejor del mundo, al igual que su enorme ejército y sus armas. ¿Por qué los ataques entonces? ¿Por qué encerrar a la población autóctona en un campo de concentración estilo Auswitchz y masacrarla al más puro estilo nazi? La respuesta es larga, pero reveladora.
Los judíos han sido un pueblo perseguido casi desde el principio de los tiempos en que tuvieron que abandonar Israel buscando mejores tierras de cultivo. Fueron acogidos en Egipto, más tarde explotados y esclavizados, por lo que con la guía de Moisés, huyeron, según la Biblia, y se repartieron por todo el mundo. Los visigodos recién catolizados en España los acusaron de haber matado a Jesucristo y los persiguieron sistemáticamente, hasta que lograron expulsarlos junto con los musulmanes a partir de 1492. Persecuciones y matanzas similares tuvieron lugar en gran parte de los países Europeos donde se habían establecido, hasta culminar con el holocausto nazi que asesinó a seis millones de personas, entre judíos, gitanos y etnias diversas por las que no se tiene tanta lástima. Algunos de los que huyeron de España y el resto de Europa, se refugiaron en Palestina. Desde antes de la caída del imperio otomano, sucesivas inmigraciones de judíos expulsados o huyendo de la segregación, y finalmente al término del imperio Otomano, se establecieron en Palestina sin conflicto alguno. Este convulso período del siglo XIX es aprovechado para la creación del sionismo, que no pretendía otra cosa que la creación de un estado judío.
Muchas voces claman que el pueblo judío, que no hebreo, puesto que gran parte de los inmigrantes ya no eran de raza hebrea, estaba en su derecho. Es muy posible. Es más, es innegable. El problema no es la creación de un Estado Judío que podría haberse dispuesto de forma diplomática, solicitando permisos, creando garantías para todos y del cual, cualquier residente, independientemente de su raza o sus creencias, se beneficiara. El problema proviene de la forma en que se ha hecho: violenta.
El sionismo inició con la compra de tierra palestina con una curiosa condición: solo podía ser trabajada y arrendada por judíos. Ningún no judío tenía derechos sobre ella. Pero además, estaba auspiciada por los países que en aquel momento dominaban Oriente Medio, en este caso por Inglaterra, cuya colonia estaba en Palestina y Egipto, mientras que Líbano era colonia Francesa, entre otras potencias. Lo más revelador del caso es que estas potencias, especialmente Gran Bretaña estaban interesadas en el petróleo de los países árabes y el gaseoducto que se construía bajo territorio palestino y cuyo dominio dependía del establecimiento de un estado que garantizara la cordialidad con los británicos: El Estado de Israel.
A partir de este momento y tras el Éxodo de judíos de todas partes del mundo sobrevivientes del holocausto, y que por cierto no quisieron recibir las grandes potencias, ni siquiera otros judíos afincados en América y Gran Bretaña (seguramente porque como exiliados generarían más gasto que beneficio) se metieron casi con calzador en un territorio semi desértico que además, ya estaba habitado.
No hubo petición de asilo, ni permiso, ni gestión alguna. Sí un lamentable y desolador panorama de expulsión de palestinos de una tierra que pasaría a ser propiedad de judíos procedentes de todos los rincones del mundo. La expulsión, sin embargo no sería suficiente. Poco a poco, pueblos, aldeas enteras serían exterminadas por los soldados israelíes que sacaban a la población de sus casas, los asesinaban mientras caminaban, y los repoblaban con judíos… Hamas nacería de esta desolación, de soportar el sufrimiento de verse privado de la propia tierra porque un invasor ha decidido que será suya. El Mossad creció como contraparte a Hamas. Y durante más de sesenta años se estarían pisoteando y esquilmando los unos a los otros. Hamas puede ser muy responsable de ataques terroristas, pero Israel no tiene razón alguna para justificar sus represalias cobardes. Mucho menos el exterminio a un pueblo que solo lucha diariamente por un pan que comer y un lugar donde vivir. Son algunas de las cláusulas de los derechos humanos que se le están negando al pueblo palestino, porque la franja de Gaza ha sido cercada, los palestinos tienen pasaporte apátrida, no pueden entrar ni salir. Hasta hace un año lo hacían a través de controles inhumanos que incluían desnudar y vejar al individuo cuando el soldado no estaba de buen humor o tenía ganas de hacer alguna barbaridad. A veces les negaban el derecho al paso, a pesar de trabajar tras los muros. Los alimentos que reciben los palestinos pasan por controles israelíes, son escasos, de mala calidad, y en numerosas ocasiones están en malas condiciones. Aún así, Israel asume que tiene derecho a “defenderse”. Pero han convertido Gaza en un campo de concentración donde no pueden entrar ni salir, no reciben alimentos ni medicinas, desde hace más de un año sufren cortes de luz y agua que mantienen los hospitales en el caos y los heridos mueren desangrados sin que nada pueda hacerse por ellos. Si Israel tiene derechos ¿porqué los palestinos no? ¿Quién los defiende a ellos? ¿Por qué son ciudadanos de tercera clase en su propia tierra? Hamas cuenta con unas cuantos milicianos y algunas bombas caseras, pero han sido elegidos por una población herida de muerte que ha visto en ellos la única salida al exterminio, el único escudo. Y el odio se sigue alimentando, porque los israelíes no respetan edad ni condición, ni siquiera nacionalidad. Algunos de los cercados en Gaza tienen otras nacionalidades que no son respetadas a la hora de salir o entrar de la franja, y ponen interminables trabas a los familiares en el extranjero que están tratando de sacarlos a costa de lo que sea.
Hoy día las fronteras son aún más duras que los muros de protección de ciudades de diez metros de ancho hasta el final de la Edad Media, cuando cayeron por la apertura mental renacentista. Hoy vuelven: Berlín, México-Estados Unidos, Palestina, cuya frontera no es más que un campo de exterminio.
Muchas veces nos preguntamos el porqué del genocidio judío. Porqué los hombres nos segregamos y ahondamos en diferencias raciales que nos harían más ricos culturalmente en lugar de más pobres moralmente y no hay respuesta. Sin embargo, en época de transición de presidentes de Estados Unidos se han sucedido ataques israelíes. En tiempos de una grave crisis económica, la guerra ha elevado el precio del crudo que había caído en picada. ¿?
No hay palabras para poder expresar el repudio por el holocausto palestino, cuyos civiles casi esperan como reses en el matadero, porque para que Israel se sienta verdaderamente un estado, precisa de población exclusivamente judía. Eso se llama racismo. Y lo más grave es que el mundo solo hace llamados al cese al fuego, como quién llama a un perro con una campanilla. Solo algún que otro líder político o diplomático en el mundo ha tenido la valentía de expresar el repudio a la matanza indiscriminada. El resto es cobardía, y eso los hace cómplices, como en su día lo fue la iglesia católica con el exterminio nazi. Sesenta años más tarde el papa Juan Pablo II pidió perdón por ello. ¿Será porque las finanzas judías son las que mueven al mundo? porque del resto de etnias nadie se acuerda. Y seguramente nunca sucederá con los palestinos, al fin y al cabo para muchos son solo unos “moros locos”.
Duele Palestina y sus muertos. Duelen con especial virulencia los niños masacrados. Duele la impunidad y la impotencia, pero sobre todas las cosas son muy dolorosas las mentiras con que cubren un genocidio racial, impúdico, salvaje, horrible. ¡BASTA DE MASACRE!

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